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viernes, 2 de noviembre de 2012

Dramáticos relatos de los bomberos de Nueva York tras el paso de Sandy

Por María Arce, enviada especial a Nueva York.

Clarín.com entrevistó a varios de ellos.
Dicen que Sandy ha sido uno de sus mayores desafíos y que lo peor está porvenir.
Apagaron 12.000 incendios.
Además, sus tragedias personales.

02/11/12 - 10:38 - El huracán Sandy trajo el infierno y el agua a la vez. Y los bomberos de Nueva York tuvieron que luchar contra los dos.

Hace cinco días que estos verdaderos “ángeles de la guarda” no se bajan de las autombombas y dan todo de sí para salvar y ayudar a miles de personas. Sólo el lunes y en los cinco distritos de toda Nueva York –Manhattan, Bronx, Queens, Brooklyn y Staten Island- los bomberos apagaron 12.000 incendios y su servicio de emergencias atendió 5.600 llamados y salió en su auxilio.

Son cifras oficiales que le dio el Departamento de Bomberos de Nueva York (FDNY, sus siglas en inglés) a Clarín.com.

El FDNY desplegó a todo su staff disponible. 197 autobombas, 142 unidades escalantes, 49 batallones y 93 unidades especiales. Además, sacó a las calles otros 20 camiones hidrantes de reserva.

Desde el FDNY, informaron que sus 15.000 miembros están a disposición y pueden entrar en servicio en cualquier momento y que el lunes a la noche trabajaron más de 6.000 bomberos en los cinco distritos.

Ese día, Clarín.com estaba al lado del destacamento de la autobomba 55 (Engine 55) en Little Italy y pudo ver el trabajo infernal que tuvieron. Los camiones de bomberos estuvieron cada segundo en las calles respondiendo a emergencias y reportando los problemas que encontraban por los barrios.

Adentro, en los destacamentos como el de la unidad 74 de Manhattan unas velas prendidas en el piso esperaban su regreso. En algunos municipios, tuvieron un 300% más de llamados, informaron medios locales.

William caminaba exhausto por los alrededores del Wall Trade Center el martes muy temprano cuando Clarín.com lo encontró regresando a su casa. El bombero se detuvo a contar su historia, la cara roja, hinchada, como sus manos y sus piernas. Llevaba la chaqueta y casco de bombero puestos, el pantalón arremangado “para refrescar la piel”. Todo su equipo, colgando. El alma parecía habérsele ido del cuerpo. “Estuve en Long Island. Atacamos incendios, tuvimos explosiones, agua por todos lados. Es lo peor que he visto en 6 años como bombero”, piensa. El huracán Irene que pasó en 2011 “no fue nada comparado con esto. Nada”.

William vio a sus compañeros con el agua hasta el pecho jugarse la vida en los ríos que creó Sandy sólo para salvar a un labrador. Otros se resbalaron y cayeron al piso por el barro.

Golpes, raspones y hasta cortes profundos se llevaron los bomberos a casa. Por ahora, no hay reportes de víctimas graves entre ellos.

David es bombero hace seis años. Está sentado frente al televisor en la entrada del Batallón Nª10 de Manhattan. Escucha atento la conferencia del alcalde Michael Bloomberg. Tras el repaso de datos, refunfuña. “Ni una palabra sobre lo que hicimos”, se queja y pide que su nombre verdadero no sea publicado. Lo único que dijo Bloomberg sobre los bomberos es que seguirán yendo casa por casa en busca de víctimas hasta ayudarlos a todos. Y eso, a David, que hace cindo días que deja todo en cada guardia, lo pone mal. Sólo lo consuelan sus compañeros que acaban de salir a trabajar en la grúa que colapsó sobre un carísimo edificio en construcción sobre la calle 57. David muestra en su smartphone una foto impresionante de uno de sus compañeros al tope de la grúa. “These are my guys” (esos son mis chicos), dice con orgullo.

Ir puerta por puerta no es la única tarea de los bomberos el día después. En la entrada del destacamento del Engine 55, una decena de asiáticos hace cola. “Por favor, sea cortés. Use un solo cargador por persona (al menos que no haya nadie en la cola). 30 minutos máximo”, dice un cartel encima de una mesa que tiene sólo una zapatilla conectada a un generador que tienen adentro los bomberos. La gente enchufa sus celulares a esta estación de carga y espera media hora a que se carguen. “Es cool que los bomberos hagan esto por nosotros”, le dice a Clarín.com Max, 24 años, estudiante, papás chinos que vinieron hace 27 años.

Gregory Laroche es el único bombero de esta nota que habla con nombre y apellido reales. Tiene 33 años y hace 4 que es bombero además de técnico en emergencias médicas. ¿Por qué tiene permiso? (Los demás precisan pedirlo expresamente). Es uno de los más famosos del Departamento. Es “Mr. Septiembre” en el calendario 2012 del FDNY. El calendario es un asunto muy serio entre los bomberos. A través de él recaudan miles de dólares cada año.

El lunes que pasó Sandy, Greg, como lo llaman todos, estuvo de servicio pero en el EMS (el equivalente al SAME), conduciendo ambulancias del Jamaica Hospital. “La ambulancia temblaba. Se movía toda”, recuerda. Tras una guardia agotadora, regresó a su casa en Queens para verificar los daños. “Las ventanas sobrevivieron, pero el techo se dañó”, cuenta.

Al día siguiente, cuando Sandy aún generaba destrozos por todos lados, Greg fue a trabajar. Sus compañeros de la autobomba 319, “Los lobos solitarios”, lo estaban esperando. “Nadie quiere irse en una situación como esta. Una vez que te aseguraste de que tu familia está bien, querés volver a trabajar. Te hiciste bombero para esto. Para ayudar a personas que no conocés, para dar tu vida por ellos”, dice Greg, casado hace 4 años y con una nena de tres, Eliana.

Ese martes, le tocó salir a emergencias por inundaciones, árboles caídos, cortes de electricidad y cables de gran tensión tirados en medio de la calle. Por culpa de uno de ellos, un chico de 23 años murió electrocutado. “El olor de la carne humana quemada no se te va. Te podés poner limón, alcohol, lo que sea. No se va”, dice y agrega: “Odio perder gente”.

¿Cuántas veces salió? “En un turno de 10 horas podés salir 5 o 6 veces. En uno de 24 horas, de 10 a 15 veces. En un caso como el de Sandy no las contamos. No podés contarlas. Pero es tres, cuatro o cinco veces más”, asegura.

Un amigo de Greg, también bombero, perdió dos casas en Breezy Point, un barrio completo que ardió en llamas por culpa de Sandy en Queens. “Es lo más difícil. Uno está preparado para hacer lo mejor que puede, para hacer lo que le han enseñado, pero cuando se trata de tu propia casa eso es muy duro. No podés estar en dos lugares a la vez”, reflexiona.

De hecho, el FDNY le dijo a Clarín.com que su prioridad, tras la asistencia a la gente, es ocuparse de los bomberos que perdieron sus viviendas. “Los bomberos peleamos contra la naturaleza y la naturaleza siempre gana”, añade Greg. “Lo peor aún está por venir. Cuando la gente vuelva a sus casas, tenga luz y regrese a la vida cotidiana, recién ahí vamos a saber la magnitud de la tragedia.

Va a ser muy difícil dejar a Sandy atrás. Cada cosa que te lo recuerde te va a partir el corazón”, dice.

Frank Smith es bombero y uno de los que sufrió en carne propia el paso de Sandy. Recién el miércoles pudo poner un pie en su casa para verificar los daños. Tenía casi 2,5 metros de agua adentro. Su ropa y sus muebles, arruinados. “Fue una locura, nos la pasamos yendo y viniendo al destacamento”, cuenta. “Esto no es algo para lo que uno pueda prepararse. Agua, viento. No hay cómo luchar contra eso. Las llamas van a venir y tenemos que estar ahí para apagarlas”, dice y el sentimiento de culpa lo invade por no haber podido esalvar su casa.

En la entrada del Batallón 10, nueve fotos recuerdan a sus caídos del 11 de Septiembre. Abajo, un frase los homenajea: “Hubo un tiempo en que hombres ordinarios fueron llamados a hacer cosas extraordinarias”. Con Sandy, hicieron lo mismo.
http://www.clarin.com/mundo/EE-UU-huracan_Sandy_0_803319838.html

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